top of page
  • Foto del escritorLeidy Viviana Rodriguez Aguirre

Unión y marginalidad: El cine de antónimos de Luis Ospina y Carlos Mayolo Oiga ve, Cali: de película


Unión y marginalidad son dos palabras antónimas que definen el punto de vista de los tres documentales hechos en la década del 70 por Carlos Mayolo y Luis Ospina. Documentales que, de maneras heterogéneas, vehiculizan tanto una crítica como una denuncia hacia las políticas desarrollistas gubernamentales de aquella década. Digo maneras heterogéneas porque cada documental tiene una enfoque distinto, por ejemplo, Cali de película tiene una mirada crítica que coquetea con una vena humorística tipo sátira. En Agarrando pueblo pasa algo similar pero la película siempre está poniéndose algo así como el disfraz de la seriedad, porque el centro de la película tiene que ver con contratacar el discurso de lo que se bautizaría como pornomiseria. Concentrémonos pues en el punto de vista entorno al tema de las palabras antónimas, empezando por la película Oiga vea (1971), documental de denuncia sobre el efecto de los VI Juegos Panamericanos en la ciudad de Cali, donde literalmente se adopta el punto de vista de la gente que no pudo ingresar a los estadios, es decir, es un punto de vista al margen, que mira, claro, desde afuera. En la película se puede observar, en una primera instancia, casi que en los primeros minutos, una cotidianidad del pueblo caleño confrontado a los juegos panamericanos aplicando lo que se conoce como modo observacional. Allí es, en esa aparente tranquilidad del observador, donde se empieza a jugar con el montaje y se crea la piedra angular de los antónimos unión y marginalidad, porque, por un lado, vemos un plano de un jinete en un deporte equino, al fondo de la misma imagen está la gente aplaudiendo, la cámara pretende metamorfosearse con nuestros ojos: automáticamente estamos allí, en los juegos panamericanos, somos un espectador más. En el corte inmediatamente posterior estamos al otro otro lado, somos los excluidos, los sin boleta, recreando, o fingiendo, o haciendo la mímica, de ese rigor deportivo que tanto institucionaliza el evento. Hay entonces dos sedes para el evento: los estadios, los complejos deportivos, y también las planicies que están lejos del centro. Somos parte del pueblo y estamos intentando recrear lo que nuestros ojos no pudieron ver. Un par de escenas después vemos a los deportistas firmando autógrafos en unión con el pueblo, un coqueteo caleño se insinúa en ciertas partes, pero el pueblo maravillado se cae y se opaca por una imperialidad deportista que se nota a plena vista. El comportamiento de la masa del pueblo frente a otra masa sin dimensiones ni nomenclatura precisa concuerda mucho con el aviso publicado en el periódico El país de Cali para los Juegos panamericanos "Siendo los Juegos Panamericanos un certamen internacional, el Gobierno (de Cali) se considera en la obligación de agotar todos los esfuerzos para no permitir que la ciudad dé un aspecto de aldea en feria. (...) No se permitirá el funcionamiento de casetas, bailaderos, fritanguerías, circos, ni ciudades de hierro, castillos de monstruos, museos de fantasmas o palacios de espejos …”




Es decir, alejen de la vista todo lo que nos haga ver una aldea pobretona tercermundista ya que vienen los extranjeros y tenemos que dar un buen aspecto; con ese aviso cobra mucho sentido la idea de lo marginal (el desorden y sus pistas) y del pueblo unido, que, en su antonimia lingüística se transforma en cercanía cinematográfica. La película quiere insistir en que prácticamente tacharon cierta Cali representativa, marginaron lo característico de Cali, en otras palabras, metafóricas: la niña Cali no puede salir a la calle por el simple hecho de ser ella. Así, las imágenes que captura la película son siempre binomiales, y van como de una orilla a otra: se ve muy unido el pueblo, muy entrelazado con aquel evento, pero en cierta parte, y sin disimulo simbólico –prestar atención a que la cámara insiste en las barreras, los obstáculos, los muros altos–, marginando, escondiendo lo que es. El peso de la sepración lo recibe la gente: una parte dentro de los juegos, pero otra parte afuera, segregados por distintos aspectos, más económicos que de otra instancia.


El documental está atento a una realidad más grande, más global, que la de los Juegos: una realidad con problemas sociales y arquitectónicos como inundaciones en distintos barrios de Cali, donde no hay Estado para dar una solución a dicho problema, se muestra una brecha entre las piscinas y el río, las piscinas son para los ricos, pero el río es para la masa de pueblo que no puede pagar, ya en ese aspecto hay una marginalidad social. Por otro lado, y siempre a contrapunto, que es el registro esencial de esta película, se muestra la publicidad de los Juegos Panamericanos en un anuncio suelta: “Acá solo hay campo y espacio para la generosidad”. Eso es, como se sabe, un gran choque de sentido en la película pues el lema queda controvertido por la evidencia. Es muy diferente a las realidades sociales que existen pero que se esconden. Prácticamente se desvive por contruir un discurso sobre la unión del pueblo caleño, pero las realidades marginales son otras.


Pasemos a Cali: de película (1973). Documental sobre la Feria de Cali patrocinado por la Empresa Licorera del Valle, en donde, otra vez basado en el montaje, se ironiza sobre la feria y la diversión oficial. Cali de película es una unión de cultura y comunidad en un mismo espacio. Aprovechando una vez más la distinción del modo observacional, la película se va a dedicar a ver y pensar eso que estaba siempre fuera de cuadro en Oiga vea: las ventas callejeras, caleñas hermosas vestidas de reinas, el baile salsero, que no puede faltar. Como una jocosa respuesta identitaria a toda esa impostura de seriedad estatal en Oiga vea, la película comienza con una frase que dice “En Cali pusieron las tres cruces para que no entrara el diablo, pero el diablo estaba adentro y no ha podido salir". Es una frase más burlesca que metafórica, con una pretensión de profundizar más la sátira, probablemente aquel diablo no es un diablo malvado con cachos, sino que es un diablo caleño burlesco y bailarín que ya se había entrado a Cali antes de que los caleños se dieran cuenta y al poner las tres cruces para que no entrara dijeron “ Mirá ve, ya estaba adentro”. Eso también es algo así como resumir el espíritu de la Feria.


El montaje se convierte en parte prima de este documental para darle ese sentido humorístico que querían expresar Ospina y Mayolo, por que, claro, al ser financiado por la Licorera del Valle, creo yo que el mayor reto era que el documental tomara un sentido más crítico, de mostrar el Cali y su feria, que un sentido publicitario, entonces sí podemos ver que, en función del montaje, se crean realidades folclóricas, pero no superficiales, de Cali: cabalgatas, la gente caleña disfrutando de una época navideña en plenas compras tradicionales, pero, por otra parte, se muestra la tan debatida corrida de toros en Cali de un modo burlesco, acelerando todas las acciones, las del toro, las del torero, las del público. De todas maneras, la escena no está exenta de violencia: aparecen fragmentos del todo ya moribundo, empapado de sangre, seguido de una suerte de evisceración a plena vista. El plano posterior es como un olvido: muestra a unos caleños bailando salsa, muy típico de Cali, contentos y felices azotando baldosa. Entre la identidad, el goce, y el descalce de sentidos.


Cali de película es la muestra de caleños haciendo comunidad y cultura en unión, la cotidianidad de Cali, realidades mostradas, más no ocultadas, la unión del pueblo, lo que es muy contrario al procedimiento más elíptico, cerebral y binomial de Oiga vea.


Finalmente, Agarrando Pueblo (1977), que es, como se sabe, un manifiesto en contra de la forma de hacer cine de muchos realizadores contemporáneos a Ospina y Mayolo; allí, el concepto de pornomiseria emerge en una crítica operando como una película que mira al cine dentro del cine, al abuso de las condiciones de subdesarrollo y marginalidad de los países latinoamericanos como excusa para llamar la atención de un público extranjero. A primera vista, el documental hace énfasis en mostrar la miseria, pero a lo desgraciado, cualquier “Loquito” que ven corren por ahí para filmarlo, buscan puntos frágiles, como los niños, porque se convierte en cierta estrategia de atracción del publico hacia la muestra de miseria en los niños. Los mismos filmadores, en un momento, dicen “ quedamos como unos vampiros” es decir vampiros que van en busca de pobreza para chupar directamente de hay para obtener un beneficio (recordemos que la película fue traducida al inglés como Vampires of Poverty). A medida que va transcurriendo el documental se lleva la cuenta de lo que se ha filmado, “locos, gamines, niños”. Acá vuelve a aparecer la categoría de la marginalidad: están segregando a cierto público en condiciones de pobreza muy vulnerables para filmarlos y poder comercializar con ellos en el exterior, de ahí el nacimiento de la llamado “pornomiseria”. Además de que se expone una doble marginalización, digamos, porque estos “Loquitos”, como les dicen en el documental, ya de por sí están marginados por la misma sociedad, y viven al margen, no se logran unir con la sociedad, nadie los recibe. Hay un punto donde filman un personaje que juega con fuego arriesgando su propia vida y la gente lo observa, es muy contradictorio porque se crea esa unión de sociedad a través del personaje, pero ¿por qué? ¿Por qué en unos se margina y en otros se une? La respuesta recae sencillamente en que entre más miseria viva el personaje, entre más aspecto miserioso sostenga, más atractivo se vuelve, más de feria. Existe una interpretación de realidad en este documental que me parece importante expresar: en el documental al principio se muestran realidades claramente en torno a la miseria, pero que vemos que pasan verídicamente, son de verdad y no se actúan, pero al final hay una intención por parte de los realizadores, en alterar esa realidad, y se termina convirtiendo en una separación de lo documental a lo ficción buscando una familia en condiciones normales, que se disfrace de familia en condiciones de miseria para filmarla, y automáticamente fingen esa realidad, pero me doy cuenta de que ya de por sí marginan a esta familia, buscando una casa que se vea pobre, que sea distinta las otras, ya hay una imposición quizás no pensada pero se crea una imposición de marginalidad para crear miseria, entre más marginal de la sociedad más miseria hay.




Finalmente, estos tres documentales elaboran una mirada y una aproximación hacia lo “popular”, para entender mejor este concepto quiero citar el siguiente enunciado. Hasta que lo popular no pueda, por sí mismo, construir (o apropiarse) de los medios expresivos que den cuenta de una imagen audiovisual irreductible a la cultura hegemónica, no habrá audiovisual popular, tan sólo un proyecto afectivo o una cumbre estética dentro de la mecánica de la dominación. El cine y las artes audiovisuales serán, apenas y nada menos, el esfuerzo crítico, la promesa necesaria e incumplida de una ficción de los otros (Tabarozzi, 2012: 79). Este planteamiento se podría pensar desde los medios distintos de expresión del pueblo, , que se filman y crean a su vez un método de trabajo y una caracterización inconfundible de nuestra Colombia y el pueblo en ella , partiendo desde la base del humor, de por sí en una entrevista realizada a Luis Ospina sobre su cine en propias palabras de él, nos cuenta: “-A mí se me hace que este es un país que tiene mucho sentido del humor; si no hubiera resistido todo lo que le ha tocado aguantarse, Aquí la gente tiene recursos como la salsa, el humo negro, la sátira, la burla y el mamagallismo, que es una cosa netamente colombiana. Son cosas que yo comparto, y que nos ayudan a vivir en este medio.” Entonces, por medio del humor, crean un propio medio de trabajo que termina siendo la risa con el fin de crear critica, por medio del humor hacia el descontento de una cultura que puede existir en ella, y es lo que sucede en estos tres documentales con respecto a la crítica, hay una intención en el relato de arma una discusión y querer reflexionar por medio de lo que se provoca en estos tres documentales, así el humor termina convirtiéndose en la mejor arma política, no tan sumergida en cuestiones politiqueras si no que, más bien, en cuestiones de hacer disfrutar al público. Cito una opinión del actor Diego León Hoyos sobre este tema: "El cine de Mayolo-Ospina se ha caracterizado por hacer disfrutar al espectador, por conseguir distraer y provocar risa y es porque ellos se divierten haciendo sus películas, aman el cine. En Agarrando Pueblo, como en Oiga vea y en general en todas sus películas está presente el sentido del humor negro, que desmitifica y establece complicidad con el público (el cual se siente participante con lo que ocurre en la pantalla) y en algunos casos alcanza un nivel de lectura alegórico”



11 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page